Medio desnuda frente al espejo, disfruta mirar sus grandes senos, naturales, duros, erguidos.
- Y pensar que hay quien se los opera.
En ese instante, dos años después de la separación de su ex pareja estaba sola y su reflejo en el espejo.
También la acompañaban algunas sombras y siluetas de su pasado, de música de fondo se acompañaba de la radio en AM y canciones viejas de los años cincuenta, melodías escuchadas por su abuelos de tantos origenes que resultaría largo acabar.
Las cartas atrasadas no han sido contestadas aún, la dama se toma dos horas y media a la semana de un Sábado o Domingo, tres veces al mes para contestar su correo.
Le gusta, no leerlo directamente de su Iphad e imprime una hoja de los marcados como favoritos de las personas importantes en su vida, la impresión es en papel bond imitación papiro o papel amate.
Cuidadosamente las dobla y las coloca en una caja de Olinalá en laca rosa con blanco y decorada con palomas y colibrís.
Lee desde su balcón, un espacio decorado en caña y mimbre, con plantas florales alrededor y una mesita con base de cristal donde una gran amiga le realizó un pequeño vitral con motivos muy urbanos, diseño clásico, discreto.
Para contestar las misivas, detras de cada hoja, escribe a mano las respuestas y después desde su tableta escribe los correos electrónicos, personales, especiales. En ocasiones y solo en ocasiones especiales, redacta cartas a mano y va a la oficina de correos a enviar una carta del modo tradicional.
Una buena mañana decidió despertar, la cama king size lucia como un oceano blanco y verde aqua, ella tan ella, recostada y de media pierna de fuera escapando de las sabanas con el cabello suelto, impecable, desnuda, solo hacian juego con su cuerpo algunas prendas de Victoria secret colgadas del reposet donde ella veía películas exclusivamente de Cannes y algunas Golden globe.
Hace algunos minutos estaba despierta, con los ojos cerrados adivinaba el reloj de sol que su ventana piso techo dejaba pasar aquel az de luz de la mañana.
Abrió sus ojos y un verde esmeralda escapó lentamente de su mirada curiosa por saber si todo estaba en orden, la noche anterior había acordado con su mejor amiga y asistente en el trabajo la hora exacta en que seria avisada para alistarse para el trabajo.
Marifer despertó a las cinco treinta de la mañana, preparó el almuerzo para sus dos niños y su esposo, planchó alguna ropa y prendió el televisor para oir, si, oir el noticiero de la mañana, después de ver el estado del tiempo, el tráfico y los deportes, le sonó la alarma para despertar a su jefa y mejor amiga.
Sonó el teléfono, ya eran las siete quince exactamente, ella con un baby doll leía el Excelsior en su antecomedor acompañada del primer café de la mañana.
Contestó.
- Hola.
Marifer medio sonrió y le comento.
- ¿Ya estas levantada verdad? No se porque cada mañana es lo mismo.
Ella contestó divertida.
- Cada llamada que me haces amiga es la confirmación de que te importo.
Marifer perdió su vista en el techo y.
- Si, eres importante para mi y mi familia.
Ella colgó el teléfono, camino nueve pasos y llegó a la tina de ceramica donde ya tenía preparado el baño, se limpió el cuerpo y el cabello no, aún asi esa mañana paso al lado de tantos hombres y los sedujo sin siquiera notarlos.
Caminó algunas calles por Reforma, con lentes rococó de diadema sosteniendo su cabello castaño y un ritmo despampanante en sus pasos y caderas, su vestido blanco Otoño invierno Channel la hacia sentirse tocada por cada mirada de la ciudad, desde luego a ella le encantaba ese manoseo de atención mientras sus pasos altivos y su actitud de diva la hacen visible pero inalcanzable.
Le hizo la parada a un taxi muy a la mexicana como cada mañana de cada día laboral repitió
-Santa Fe.
Su mente se quedo en blanco y sus ojos en la Diana cazadora y corrigió.
-Perdón, Polanco, Banamex.
Esa mañana tenia una junta importante de trabajo, era una junta tan pero tan importante que le pidió al taxista parar cerca de un puesto de nieves para pedir un helado de chocolate con almendras y mermelada de frambueza. (Doble).
La junta importante terminó como siempre con una victoria e invicta, salió del corporativo con rumbo no definido, tanto asi que terminó en la calle de Madero, camino rumbo al Zócalo y en Donceles dobló para Tacuba, recordó la exposición de Siqueiros en San Ildefonso, entró y se sació de la pintura del muralista mexicano.
Se emparejó a un grupo de visitantes que los instruía un guía, la exposición del experto era muy profesional y divertida por lo cual decidió unirse al grupo.
Al guía le gustaba de vez en cuándo hacer preguntas a su grupo para hacerlos participes del conocimiento.
Ella, vestida para una junta y visitante ocasional del museo aveces respondía un poco raro.
- Osea.
- Osea.
- Osea.
De buenas a primeras escuchó una voz clara, de buen acento, un tanto de buen ritmo y sin pose
- Este cuadro "Fiesta mexicana " pintado a tiza gris, es un reflejo del artista por decirle a cualquier extranjero que los mexicanos no necesitamos pintar colores para demostrar nuestra alegría, solo basta vernos...
Ella se perdió en su voz y en su claridad mental, no lo volteo a ver, disfrutó su voz y la expreción del guía al decirle.
- Muchas gracias, un punto de vista muy libre y muy interesante.
A cada reflexión y cada participación ella esperaba la de el.
A cada instante y sala del museo, ella se acercaba mas a el, en un vestíbulo de descanso, quedaron a la par, el se sentó en una banca y ella lo pudo ver, el era todo lo contrario que ella veneraba de un hombre, desde la complexión hasta el color de piel y la ropa, todo ajeno para ella.
Se sentó a su lado, y viendo hacia uno de los patios jardín, le dijo.
- Buenas reflexiones.
El contestó un ligero.
- Gracias.
Era la primera vez que ella no veía de un hombre su apellido, su cartera, nariz o color de piel, automovil, su dirección, cuenta de banco u profesión.
Salió del museo llena de dudas aclaradas y de nuevas interrogantes.
Ella, caminó dos horas a casa, llegó cansada, con hambre y mucha sed.
Desde esa mañana inconsiente miró mas gente a los ojos, escuchó su voz.
Fue una muy buena manera de decidir despertar esa mañana.
Germán Diego. México.
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