Salí al patio y al llegar al portón la mirilla vouyerista que vigila la calle me jalo de las pestañas y mire la banqueta desolada pero el pavimento estaba espejeado por una extraña humedad clonada de algún espejo de agua morisco, abrí un poco mas la pupila y me quedo claro que sería mejor abrir y verlo a toda luz.......
Al segundo y medio ya había accionado el dispositivo de disparo para emparejar la puerta, fue que la vista, la mente y el tiempo decidieron hacerme una broma ingenua.......
La calle ya no existía, en su lugar y hasta donde alcanzaba mi vista había bruma flotando sobre un lago con las aguas mansas como nunca había en mi vida observado.
Nunca debí cerrar el portón así de golpe.......
Desde esa tarde no volví a ser el mismo, tanto que hoy sigo creyendo en la magia y la percibo en todos los atardeceres de mediados de año.
Germán Diego.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario